Tomar hasta “quebrar”, una moda peligrosa
entre los jóvenes
La mayoría admite
que empieza a consumir alcohol antes de los 16 años.El 66% admite que
bebe de más. Surge de una encuesta a la que accedió Clarín. Alertan sobre casos
de bullying contra los que no se suman a la “diversión”.
Con el
paso de las generaciones, el hábito de emborracharse viene ganando terreno
entre los argentinos. Si hace varias décadas tomar “hasta quebrar” era algo
esporádico y minoritario, incluso vergonzoso, hoy, para los más jóvenes, se
volvió parte indiscutible de la diversión. Una verdadera moda que, pese a sus
peligros, cuenta con la necesaria “complicidad” de los adultos, según distintas
investigaciones.
Un estudio
nacional de la Universidad Siglo 21, al que Clarín accedió en
exclusiva, revela que hoy dos tercios de los jóvenes ya saben lo que es pasarse con el alcohol. El 66,5% de los consultados con edades entre 18 y 30 años admitió que
alguna vez se embriagó. Y la gran mayoría de ellos (más de 8 de cada 10)
afirman que cayeron en esas intoxicaciones “ocasionalmente” o “muchas veces”.
De acuerdo
con el sondeo, en generaciones anteriores, los que bebieron alguna vez hasta
llegar al estado de ebriedad son muchos menos: entre los adultos de 51 a 60 años,
sólo el 30% dicen haberse excedido con el alcohol. Y la mitad de ellos dijo haberlo hecho apenas una vez en su vida.
El consumo
de alcohol, entonces, hoy es más intenso. Pero también arranca mucho antes. En
promedio, según el trabajo, los jóvenes actuales manifiestan haber tomado
alcohol por primera vez, en promedio, antes de cumplir los 16 años. Es casi 3
años antes que la edad de inicio declarada por quienes hoy son adultos mayores.
Por otra parte,los más jóvenes indicaron que tuvieron su primera borrachera
unos cinco años antes.
“Todo
parece haberse adelantado. Los argentinos empiezan a tomar de un modo más
prematuro. Y cuando empiezan a consumir, el abuso también se produce más
temprano”, concluye Gabriel Escanés, magíster en Demografía e investigador de
la Universidad Siglo 21, a cargo del estudio.
Las revelaciones
van en línea con otras investigaciones recientes. Según encuesta de la Sedronar
hecha el año pasado, el 70,5% de los estudiantes secundarios consumió alcohol
alguna vez. Pero hay algo más llamativo: entre los chicos de 13 y 14 años, el
50,7% dijo haber probado el alcohol y un 32,2% dijo haberlo consumido en el
último mes. Cinco años antes, esto último lo
había dicho sólo un 25,4%.
Lidia
Gilgun, especialista en psicología clínica con adolescentes y toxicomanía,
asegura que hoy el alcohol “está integrado a la diversión en todas las clases
sociales y no existe ningún cuestionamiento al respecto”.
“Los
adolescentes, dentro de sus grupos de pares, son presionados para consumir alcohol. Esta presión siempre existió, pero en los últimos años se volvió mucho
más feroz y violenta: una verdadera forma de bullying. Se
impuso una lógica por la cual muchos chicos que quizás no tomarían hasta
emborracharse lo terminan haciendo para no ser segregados. Para no recibir todo
tipo de agresiones, simbólicas y físicas. Porque saben que, si se muestran
diferentes, los costos son cada vez más grandes”, añade la experta, que también
lidera la ONG Psicólogos Sin Frontera.
Y destaca
a la vez el hecho de que actualmente los excesos de alcohol suelen producirse
en “las previas”, reuniones que se realizan en la casa de uno de ellos. “Eso
implica que los adultos aceptan y convalidanque eso
ocurra, y también los dejan ir a boliches con canilla libre de alcohol, aparentemente
sin conciencia de los peligros”, deduce.
Marta
Braschi, toxicóloga del Hospital de Niños Ricardo Gutiérrez y del Hospital
Alemán, ve a las claras las consecuencias de esto cada noche en las guardias.
“En los últimos años, los casos de intoxicación alcohólica que atendemos
pasaron a ser bastante más severos y se producen a edades cada vez más
tempranas”, afirma.
“Sucede
que hoy, en las previas, los chicos ya no toman cerveza, como en otras épocas. El consumo se volcó hacia bebidas de mayor graduación como vodka,
tequila y fernet, en mezclas que a veces también
incluyen pastillas o cocaína. Lo más llamativo es como los padres minimizan
todo, incluso cuando el chico llega a un coma”, comenta la toxicóloga.
Durante la borrachera, explica Braschi, cambian la temperatura corporal
y la frecuencia cardíaca, sube la presión y se puede sufrir arritmias,
gastritis y cefaleas. Además, al perder el control del cuerpo, crece el riesgo
de accidentes. Pero lo más preocupante, advierte, son los efectos a largo plazo
de embriagarse en forma frecuente. Porque a los daños en el hígado y el
estómago, se suma un deterioro neuronal que puede afectar para siempre las capacidades
cognitivas.
Ver video
Entrevista a la psiquiatra Geraldine Peronace
http://www.clarin.com/politica/nueva-efedrina_3_1439286097.html