miércoles, 26 de agosto de 2015

Todos somos diferentes


El aceptar las diferencias, culturales, religiosas, de elección sexual, de distintas formas de pensar, de ser......
El bullying, ser parte del grupo, ser el acosador, el no comprometernos, el no aceptar al otro como es .....

Discriminar a otra persona, por no ser como yo.

Tener prejuicios.

No escuchar, no ayudar, no comprender, no respetar.

¿qué clase de persona soy?

¿cómo me comporto con un par, con otra persona ?

¿Me coloco en el lugar del otro?

¿Escucho al necesitado? ¿Me comprometo? ¿brindo mi ayuda?
¿comparto mis problemas? ¿confío en otros?

Para reflexionar, debatir, reconocer nuestras conductas y nuestra forma de comunicarnos con el entorno que nos rodea.


Video presentado por una alumna ,
felicitaciones, muy interesante.






jueves, 20 de agosto de 2015

Grooming

GROOMING



LAS REDES SOCIALES son el vehículo utilizado para contactar a las víctimas.
Facebook, donde se intercambian fotos e información
El grooming comprende todas las conductas on line que son utilizadas para ganar la confianza de niños y adolescentes, teniendo una identidad falsa, creando empatía, utilizando el lenguaje acorde a la edad, brindando contención emocional, creando lazos de confianza para luego cometer abusos sexuales.
Como resulta haber sucedido con el reciente caso de la adolescente Ludmila

http://www.infonews.com/nota/243079/detuvieron-en-san-isidro-al-jardinero-que-secuestro-y-abuso-de-ludmila
Victor Jorge Grados Vilca fue arrestado en San Isidro. Contactó a la menor por Facebook y entabló una relación desde hace 5 meses. 
Detuvieron al jardinero de 45 años, identificado como Victor Jorge Grados Vilca, quien era buscado tras la desaparición de Ludmila Di Venuta, la adolescente de 15 años que apareció ayer en la localidad bonaerense de Tortuguitas tras estar desaparecida por una semana, está detenido en San Isidro.
Vilca está acusado de "abuso sexual, corrupción de menores y privación ilegal de la libertad". Este tarde fue detenido cerca de los tribunales de San Isidro. 


La ley 26.904 promulgada en 12/2013, incorpora al Código Penal Argentino un nuevo delito que es  conocido internacionalmente con el nombre de grooming”,que deriva de la palabra inglesa grooming .cuya traducción al español sería similar a conductas de  acercamiento, preparación para un fin determinado . 
Es decir, una serie de actos o conductas ejecutadas por un mayor con el objetivo de ganarse la confianza de un menor de edad y de tal modo entablar una conexión sentimental o emotiva que le permita posteriormente –en términos genéricos- abusar sexualmente de ese menor.
          El texto en delitos argentinos se ubica como una conducta lesiva de la integridad sexual, en el art. 131 del Título III del Código Penal.-

Art. 131: “Será penado con prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años el que, por medio de comunicaciones electrónicas, telecomunicaciones o cualquier otra tecnología de transmisión de datos, contactare a una persona menor de edad, con el propósito de cometer cualquier delito contra la integridad sexual de la misma”.-



https://www.youtube.com/watch?v=3hPhQ1CHrCU






domingo, 16 de agosto de 2015

el cuerpo: belleza - consumo



El cuerpo ¿es utilizado como el ideal de belleza o de consumo?





La mujer bajo el prisma de Photoshop: ¿Cómo cambia el canon de belleza en cada país?

Superdrug Online Doctor, servicio médico británico basado en Internet, ha hecho un experimento para ver cómo varía la percepción de la belleza en diferentes países. Con este fin, pidió a diseñadores gráficos de 18 naciones que aplicaran Photoshop a una misma imagen de una chica con el objetivo de que represente el canon de belleza de este país y resulte atractiva para los residentes del país del diseñador. En esta galería puede apreciar el resultado del experimento


http://actualidad.rt.com/galerias/183221-mujer-photoshop-belleza-distintos-paises

 Y VOS  ¿ CÓMO TE VES ?


resultado del T.P. chau tabú



ESTOS SON ALGUNOS DE LOS RESULTADOS DEL PRÁCTICO SOBRE LA LECTURA DE LA PÁGINA CHAU TABÚ/ TEMA SALUD

ALGUNAS REFLEXIONES de los alumnos
  • Yo no me enamoro del sexo de la persona, sino del interior de ésta.
  • Es mejor ser odiado por lo que uno es que por lo que uno no es.
  • el preservativo te protege contra el embarazo y las enfermedades de trasmisión sexual.
  • La violencia hacia la mujer no es una muestra de MACHISMO  sino de COBARDÍA.
  • Cuidarse es prevenir
  • Hay que cuidarte por tu salud y la de tu pareja
  • Hay que ocuparse antes por saber los distintos tipos de métodos anticonceptivos que dejarse llevar por el momento y tener un embarazo NO deseado.
  • El acto sexual tiene que ser algo seguro, siempre, respetando y cuidando nuestro cuerpo y el de la otra persona.
  • ¡siempre con CUIDADO!
  • El uso de métodos anticonceptivos es fundamental, podes prevenir embarazos no deseados y hasta morir por enfermedades de trasmisión sexual. ¡Alguien que no sabe está expuesto!
  • No más embarazos de chicas adolescentes (ahora entre los 12 y 17 años algunas , ya son madres). por no cuidarse, sean vivas chicas y protéjanse, más con las infecciones que se trasmiten. No cometan más errores, ¡¡¡protéjanse!!!
  • Los menores de 14 años, tenemos derecho de consultar a un médico, acompañados o solos. Si el cuerpo de una mujer a esa edad puede tener hijos no significa que psicológicamente a esa edad estemos preparadas para ser madres, en esta etapa de la adolescencia puede que no estemos capacitadas mentalmente para ser responsables de otra vida. 



domingo, 9 de agosto de 2015

Como blindar celulares y tablets





COMO BLINDAR CELULARES Y TABLETS 
Si en este momento alguien tomara nuestro teléfono celular o nuestra tablet y se lo llevara, ¿a qué información accedería? 
Si no tenemos una contraseña de bloqueo –ya sea un PIN, o un patrón es posible que automáticamente pueda ver el contenido de nuestro correo electrónico, recorrer nuestras fotos y videos e incluso realizar llamadas a nuestro nombre (si agendamos los contactos como Papá o Mamá nos arriesgamos, además, a un secuestro virtual). Entonces, el primer paso para blindarlo es contar con un bloqueo en la pantalla robusto, es decir, con una contraseña que no sea fácil de descubrir. En el caso de un robo, además, existen aplicaciones para conocer la ubicación del equipo gracias a su GPS. Con esa información uno puede acercarse a una comisaría y radicar la denuncia. En el caso de Android, Google ofrece la app Android Device Manager mientras que Apple tiene Buscar mi iPhone y Windows Phone tiene Encuentra mi teléfono, todas gratuitas. También hay apps más específicas que ya vienen instaladas de fabricantes como Motorola, Samsung y LG, entre otros, y opciones como la app Prey, que enciende la cámara para tomar fotos y subirlas a la web y hace sonar una alarma. Si no podemos recuperarlo, con estas mismas aplicaciones podemos borrar nuestros datos a distancia. Debemos activar la función ni bien compramos el teléfono y, una vez que nos lo roban, ingresamos a una web desde donde formateamos su memoria y, en algunos casos, incluso lo inhabilitamos para su uso. Además, hay que informar a nuestra compañía telefónica el IMEI de nuestro equipo, una suerte de DNI del aparato, para que impida que vuelva a ser usado.
http://www.clarin.com/viva/Revista_Viva-proteccion-datos-internet_0_1409259188.html

Mundos ïntimos Abuso sexual infantil

http://www.jus.gob.ar/atencion-al-ciudadano/atencion-a-las-victimas/violencia-sexual.aspx

Brigada Móvil de Intervención en Urgencias con Víctimas de Delitos Sexuales

LLAMANOS AL: 4958-4291 - 4981-6882 - 4958-3982

Denuncie en la comisaría más cercana cualquier ataque sexual. Cuenta con la presencia de la Brigada Móvil para asistirla. La atención está garantizada durante las 24 horas los 365 días del año. Actúa sólo en C.A.B.A.

Mundos íntimos: De chico, fui abusado

Una marca que no se borra.A los siete y a los nueve años, el autor –hoy una figura mediática reconocida– sufrió abuso sexual por parte de dos muchachos de su barrio. Ahora se atreve a contar cómo esa experiencia aún le hace pensar que una caricia siempre puede ser una vejación y habla de la soledad que vivió: en su caso no hubo una familia o una comunidad que quisieran ver qué pasaba. Por Franco Torchia
En diciembre, en Milán, pasé una tarde entera buscando datos sobre él en internet. No sabía si quería encontrármelo personalmente o no, pero quería al menos buscar referencias suyas después de más de veinte años de aquellas siestas de mediados de los años 80, cuando salía a la puerta de la casa de su abuela tipo dos de la tarde y asomaba su cabeza con intimidación y certeza: con 5 años más que yo, él me miraba de lejos yme obligaba en silencio a “jugar a los novios” en el galpón de atrás, tirados sobre colchones viejos sin funda, mugre y restos de botellas de vidrio con salsa de tomate.
En el último tiempo había creído escuchar que se había convertido en empleado de una galería de arte, asesor de imagen o diseñador de indumentaria sin título. Y que se había ido a vivir en pareja con otro hombre allí, a Milán. 
En marzo de 1990, su familia –padre, madre, su hermana y él– remató el chalecito de dos plantas de Ensenada, la ciudad en el que los dos crecimos: “Si gana Menem, volvemos a Italia” había sido la promesa. Cumplieron: huyeron nomás hacia Boloña y nunca más volvieron a vivir a la Argentina. 
Tarde gris de Navidad en Vía Tortona y nada: el buscador no devolvía ningún dato. Pensé: yo tenía siete años y al principio debe haber habidoun primer ataque al que me resistí, con aceleración de ritmo cardíaco y la seguridad de estar cometiendo un delito. Él era rellenito, blanco, ruliento y muy sexual: tenía cada posición sexual predeterminada. Me obligaba a desnudarme por completo y manejaba cada asalto con deseo y sabiduría: había detectado mi orientación y conocía de memoria el buen uso y las costumbres de una aldea fabril y petrolera, con padres sobreocupados, madres atentas a la cera de los pisos, ningún psicólogo a la redonda, colegios católicos dirigidos por sacerdotes adictos al videotape porno y un suburbio creciente. 
¿Cómo era posible que él, que había optado por desfilar en el último corso del barrio como novio al borde del “Sí, quiero” de mi hermana Gabriela, fuese el mismo que trastornaba así el desarrollo de mi sexualidad? 
Una de las primeras veces que “jugamos a los novios” descubrí sus pelos de púber y su aliento desesperado. Fue directo a mi entrepierna. Entre visillos, dio vuelta mi cuerpo para manosearme aún más, mientras yo le imploraba detenerse. Pasó media hora y su abuela salió del garaje: con el ritmo aletargado de una campesina de posguerra arrojada con resignación al más rústico de los destinos bonaerenses, enfiló de a poco hacia el cuartito. Su andar nos dio tiempo de volver a vestirnos y hacer de cuenta que en ese escondite no había pasado nada. 
A partir de entonces, si después de mis mañanas en el colegio salesiano yo salía a la vereda, la acción era signo inequívoco de ganas: él era una figura amenazante y su abuso giraba alrededor de nuestra asimetría. Tildado con susurros como el mariconazo más alevoso de la cuadra, había impunidad y altanería en su identidad: yo con siete y él con doce o trece y una madre sobreprotectora que forjaba su seguridad, aunque corriesen otros tiempos históricos que le impidieran autoproclamarse puto. 
¿Qué habrá sido de su vida? ¿Vivirá acá al lado, cerca o ya habrá abandonado Milán? ¿Yo debería aprovechar que estoy en su ciudad, enfrentarlo y cobrarle el crimen? No había ninguna cuenta en redes sociales con su nombre. Tampoco fotos. Con la RAI de fondo y al borde del abandono, la epifanía de una página web de perfiles profesionales y curricula vitae interrumpió el misterio: ahí estaba, finalmente,encargado de marketing en locales de grandes marcas de ropa. No había ni una foto de perfil pero un link me llevó a otro link que me llevó a su vez a una imagen de la Semana de la Moda de París en 2011, cuando él y un colega concentraron la atención de la prensa con tacos altos y pantalones ajustados: parece que el celebrado “femme style” volvió por su culpa. 
Cayó la noche: no tenía sentido topármelo o forzar un cara a cara. Nada para decir. No sentía que enfrentarlo iba a darme nada pero sí contarle a Tomás, mi esposo, por qué había estado tantas horas conectado quizás para que me conociera aún un poco más.
Mi relación con el poder fue determinada por los abusos que él cometió conmigo: instalar confusión y teñir de falso consentimiento situaciones en las que prima la desigualdad. Siempre acaté, por las dudas. Mis relaciones (afectivas, escolares, sexuales y laborales) fueron sobre todo fenómenos opacos. Sospecho que él me quería y me deseaba: razones suficientes para sentirse inocente, habrá creído. Eso se hizo extensible al resto de mis días: para mí, la caricia siempre encubre su reverso, una vejación. Sin embargo, la primera violencia de género que padecí no fue la suya sino la que antecede a estos arrebatos: la asignación de mi género. 
Nací “varón” y me pusieron “varón” en la partida. Mis padres hicieron lo que había y aún hoy hay que hacer: cumplieron con el primer desencadenante de un sinfín de explotaciones a las que el Estado somete a las personas. Nunca me sentí varón y mucho menos mujer: soy apenas una subjetividad irreductible, pero en el DNI mi sexo sigue siendo masculino. En la Argentina, incluso después de la Ley de Identidad de Género, sólo se puede ser dama o ser caballero. Como en los baños. Así de esclavizante.
Fue mi mirada triste la que, algunos años después, le debe haber hecho percibir a otro muchacho de la zona que él también podíasumergirme en un abismo irreparable. El Club Regatas La Plata, al costado de villas miserias, a metros de Punta Lara y Río Santiago, reunía a aquellas familias que sin acceder a una casa quinta propia, vivían en sus predios el sueño británico de practicar deportes acuáticos y saberse a cargo de una segregación socioeconómica. Yo ya tenía 9 o 10 años y como mi hermana se resistía a ir, mi madre me obligaba a hacer valer la cuota mensual pagada con la inagotable fuerza de trabajo de mi padre.
Perteneciente a un clan familiar “de apellido”, andaba siempre en shorcito y cuero. Era un adolescente vivaz e inquieto: tenía 17 o 18, las horas al sol tatuadas en toda su piel y un cuerpo fibroso y terso. A las siete de la tarde mi madre me mandaba a duchar al vestuario de hombres porque a las ocho venía el micro que nos llevaba de vuelta a casa. Hasta cierta edad, los niños podían acompañar a sus mamás al vestuario de mujeres: yo ya había pasado ese límite. Tenía que hacerme hombre. 
Una vez, él salía de ducharse y desde el ala de enfrente de los roperos de madera empezó a chistarme. Me di vuelta y lo vi: estaba zarandeando su pene de izquierda a derecha, de pie y con las piernas bien abiertas, haciéndome un gesto cómplice, como el de aquel que ve aminorada la bestialidad de su acto por la ilusión de connivencia. Me recuerdo estaqueado, sin poder mover la nuca ni desviar los ojos del piso de granito vestido con restos de jabón. Hice “no, no, no” con mi cabeza y él insistió, hasta que el desfile de contadores y médicos con toallas húmedas frenó su acecho.
Huí en silencio, sin bañarme. Bajé y le pedí a mi madre que me dejara bañar en nuestra casa. Ella no lo entendió: pagaba por mes para usar a full las instalaciones y consumir ahí gas y agua caliente, entre otros servicios públicos ya diezmados por el alfonsinismo. “¿Qué te pasó? ¿Qué pasa que no te quisiste bañar acá?” preguntó furiosa. No supe responder.
Quise dejar de ir al club, pero mi verano incluía un único plan. El Club Regatas conserva la forma arquitectónica de un barco, con proa, popa, camarotes y pisos varios. A partir de ese debut trunco, el nuevo abusador comenzó a seguirme por cada recoveco: no hablaba. Me miraba. Se hacía presente de forma imprevista, cerca del buffet, en alguna de las piletas o detrás de un árbol. Se encargaba de aparecer y su ultimátum era su mera aparición: “Acá estoy, es obvio que gustás de mí y te morís por besarme. Viste mi pito y te encantó. Ya no podés zafar”: eso parecía decirme. Y eso me decía, porque cuando logró convencerme, me llevó al último piso y me besó con lentitud. Me hundió en un torbellino tan cruel que hasta se permitió simular amor. 
Yo iba y venía mucho más temeroso que antes. Fui víctima por más de diez días de su aprovechamiento: en una ocasión, le pedí ayuda a dos señores que se cambiaban a mi lado. En verdad, no pude decirles nada pero algo entendieron. Entonces lo arrinconaron y le pidieron que se dejara de joder conmigo: siempre me llamó la atención que ninguno de esos padres me preguntara por mi familia. Yo vivía con mi padre, mi mamá y mi hermana, aunque no parezca. Aunque no estuvieran. 
No podía más: él ya había obtenido mucho de mi cuerpo de casi una década de vida. Le dije a mi madre que ese día, a la hora de ir bañarme, le iba a decir algo muy importante. Y no sé cómo le conté. Le conté algo. Ella dijo: “Bueno”. 
Al otro día, me llevó a la casa de una de sus primas, de profesión psicopedagoga: delante de ella y de sus hijas expuso mi caso, mientras mi vergüenza y mis nervios me obligaban a esconderme atrás de los sillones del living. Al poco tiempo, concertó una reunión en la casa de unos vecinos. Mi madre se había enterado de que el mayor de los hijos de ellos había estado de campamento con el sujeto en cuestión y quería advertirlos: no iba a ser cosa que a ese muchacho le pasara lo mismo que a mí. “No tengo nada malo para decir de él”, dijo el camarada de mi abusador delante de mi llanto inmortal. 
Me pasé al Club YPF y crecí. Tenía 21 cuando mi madre, al volver de Regatas, me dijo: “¿Te acordás de ese chico con el que vos tuviste aquel problema, aquella vez? Él … sí, él … bueno, me enteré que se hizo travesti”. 
No exploré mi sexualidad durante mi adolescencia; tampoco durante mi primera juventud. ¿Cuándo fue mi primera vez? Nunca puedo contestar esa pregunta. Durante años creí que ya había tenido demasiado sexo de chiquito, a muy temprana edad, y que podía vivir el resto de mi vida sin practicar o descubrir nada: para mí ya había habido demasiado, con obstrucción y tortura. 
Un calvario merecido por ser diferente, sentirme solo y atreverme a obedecer las órdenes de dos responsables sueltos. No tenía opciones ni interlocutores. 
Por no ser un varón clásico, pagué con daño y desconsuelo. Y hoy soy el que habla: mi voz como la voz de un agraviado sustituye el testimonio del agresor. Quienes han padecido saben que, encima, al sufrimiento hay que ponerle palabras y contarlo: para seguir vivos, sí; y para ocupar un espacio verbal que deberían ocupar los que abusan y violan, condenados públicamente al ritmo de un relato que nunca construyen porque ellos nunca están.
A quienes abusan nunca los vemos: siempre quedamos nosotros.
Franco Torchia. Se graduó en Letras en la Universidad de La Plata y durante sus primeros años de ejercicio del periodismo trabajó en temas culturales y en la Fundación Proa. Fue el guionista y la voz en off del programa televisivo “Cupido” que reunía, en cita a ciegas, a dos personas que, quizás, podrían formar pareja. Luego, se ha destacado por integrar el panel de “Intratables” y “Zapping”. Desde 2013 conduce “No se puede vivir del amor”, ciclo de diversidad sexual en Radio Ciudad. Casado con el periodista Tomás Balmaceda, Franco, a sus 39 años, apunta a saldar cuentas con el pasado. Y a animarse a hablar. Mientras lo intenta, no deja de hacer aquellas cosas que proporcionan placer: por ejemplo, leer, que no le da sueño sino que se lo quita. 

http://www.clarin.com/sociedad/Mundos_intimos-Abuso_infantil-Franco_Torchia_0_1408659268.html




jueves, 6 de agosto de 2015






TRAbAJO PRÁCTICO PARA EL DÍA 12 DE AGOSTO



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https://chautabu.buenosaires.gob.ar/salud/

Elegir uno de los siguientes temas

a) a mi me paso
b) ¿Cuánto sabes de sexo?
c) Comparar métodos anticonceptivos
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